04 septiembre 2007

Los Renglones Torcidos de Dios



Titulo: Los Renglones Torcidos de Dios
Autor: Torcuato Luca de Tena (Madrid 1923 -1999).
Editorial: Planeta
País: España
Fecha de primera edición: 1979

Cuando le platico a la gente de este título, si es que son mexicanos, lo primero que me preguntan es: “¿Se parece a la película?”. La verdad es que dicha versión cinematográfica de 1983, en donde la protagonista es Lucía Méndez, jamás me llamó la atención.

Sin embargo el libro me interesaba, no por el nombre (que ha sido famoso desde su primera edición), sino por el autor, al cual le he tenido admiración y respeto desde el primer libro de él que pude leer y disfrutar.

El libro comienza cuando Alice Gould (o Alicia Almanera) es ingresada a un hospital psiquiátrico estatal, de alguna recóndita provincia de España. Ella asegura que dicho ingreso es de forma voluntaria ya que, siendo una investigadora privada, le fue encargada la tarea de descubrir al autor de un terrible asesinato, y que según sus propias investigaciones, dicho asesino se encuentra escondido entre los mismos internos del hospital. Los doctores dicen otra cosa: la paciente se encuentra en un cuadro de paranoia pura. En lo que todos concuerdan es que es una mujer de inteligencia superior, refinados modales y que puede dar argumentos tan sólidos y bien estructurados que puede hacerle creer a cualquiera que lo que dice es verdad. ¿Y realmente quién puede asegurar que no lo es?

El autor, Torcuato Luca de Tena, tenía una fascinación por los casos de psiquiatría que lo llevaba a estudiar los libros de medicina relacionados con estos trastornos, además de entrevistarse con psiquiatras que a la larga se volvieron amigos suyos. Así escribió otros libros, como “Hay una luz sobre la cama” (obra teatral, 1968) que tratan sobre personajes con enfermedades de la mente. Él quería que sus personajes fueran clínicamente creíbles. Con “Los renglones torcido de Dios” fue más allá.

Un día le pidió a uno de estos psiquiatras, Alejandro Vallejo-Nájera, que lo ingresara a un hospital bajo algún nombre falso y sin distinciones. Le dijo que quería vivir lo que era ser admitido a la fuerza y tratado como uno más de los desgraciados que pasan años encerrados, olvidados y medicados para que no se hagan daño a si mismos y a los demás. Lo consiguió a pesar de las negativas del médico. Se pasó dieciocho días con sus noches, encerrado estudiando a los pacientes, a las enfermeras, a los doctores y a los que visitaban pacientes. Una vez afuera retrató con maestría a todos los pacientes, con sus cuitas, sus fobias, sus padecimientos, sus manías y sus anhelos.

Este es del tipo de libros que resulta difícil de soltar. Las descripciones son desgarradoras y el ambiente triste y gris. La trama resulta cautivadora y el desenlace inesperado.

Quizá una cita literal resuma mejor su ambiente y forma de sentir: “No te preocupes por ellos —le decía a Dios— por... por... porque... todos son equi... equi... ¡eso es! equivocaciones tuyas. Son los ren... renglones torci... torcidos, de cuando apren... apren... ¡eso es!... apren­diste a escribir. ¡Los pobres locos —continuó ahogado por los sollozos— son tus fal... faltas de ortoorto... ortografía!"

Este gran libro quizá resulte demasiado fuerte para aquellos que buscan entretenimiento con alguna novela rosa o de carácter poco reflexivo, sin embargo lo recomiendo a quien quiera disfrutar de descripciones e introspección, a quien quiera aprender, a quien quiera saber como “Dios escribe derecho con renglones torcidos”.

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